«Cuidado con la fiesta, que nos la quitan de los fuciños»

Arsenio Iglesias, entrenador del Deportivo, en plena celebración de la Copa de 1995./ EFE

Arsenio Iglesias Pardo no perdió hasta que su “sentidiño” le aguantó, ninguno de los atributos por los que será eternamente recordado: su lectura simplista pero enriquecida para el juego (“orden y talento”, decía) , el análisis de cualquier situación que él relativizaba a su manera aunque fuese un fracaso (“se tuvo que dar así”), su sorna gallega para mandar recado en momentos,  incluso de máxima euforia y altas expectativas( «Cuidado con la fiesta, que nos la quitan de los ‘fuciños») y sus frases aparentemente inconexas pero geniales y llenas de profundo sentido filosófico (“mucho que decir, nada que contar”).


En una época muy marcada por la penuria deportiva, la apatía de la afición  en general y lo poco que conectaba el equipo con la ciudad, fue el gran timonel junto a sus inseparables Balllesta y Franganillo, de revertír toda esa situación en apenas unos meses. Quizá el punto de partida de esa remontada emocional sea el agónico partido de vuelta por la permanencia frente al Betis aquel 17 de junio de 1992,  inicio de un crecimiento exponencial y asombroso en cuanto a rendimiento deportivo que en su etapa como entrenador culminó con la final de la Copa del Rey en el Bernabéu contra el Valencia y con el gol de Alfredo Santaelena a centro de Manjarin después de ganarle la acción  a Zubizarreta prácticamente a los dos minutos de reiniciar los apenas doce que quedaban por disputar  y toda la locura que se vivió no sólo en el
Santiago Bernabéu si no en los días posteriores.

Esa es la mayor de sus herencias. En una categoría impensable a día de hoy, primera federación, que no deja de ser una 2B de esos años, miles y miles de personas acompañan al equipo en sus desplazamiento porque muchos de esos “chavaliños desarrapados” pertencientes a las peñas y grupos que acudían a la grada general de aquella época, son ahora padres y madres que van con sus familias buscando mantener vivo el recuerdo de aquel “Superdepor” que tan felices los hizo, para reafirmarse y reubicarse de nuevo al menos en una categoría nacional y mantener vivo ese sentimiento de orgullo y pertencia,  algo que sumado a tantas tardes de gloria de aquella época nunca nadie le podrá quitar al padre y creador de todo esto…el noble y bueno “Zorro de Arteixo”. Descanse en Paz, maestro.